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"Bendiceme, madre y ruega por mí sin cesar, aleja de mi hoy y siempre el pecado. Si tropiezo tiende tu mano hacia mi. Si cien veces caigo, cien veces levántame. Si yo te olvido, tú no te olvides de mi. Si me dejas madre, ¿Qué será de mi y de mi familia? en los peligros del mundo asísteme. Quiero vivir y morir bajo tu manto. Quiero llevarte como un pilar dentro de mi ser. Quiero que mi vida te haga sonreír. Mirame con compasión, no me dejes madre mía, tu bendición me acompaña hoy y siempre". ¡Amen!.

"Los cuentos de Hoffmann. Monserrat Caballe, CLASICOS POPULARES".





"ADICCIONES : CUANDO LA PADECE UN HIJO, LA PADECEMOS TODOS."

No es fácil aceptar una adicción, ni para quien la padece, ni para sus familiares. Lo que resulta aún más difícil es aceptar que un hijo, nuestro hijo, sea adicto. El cóctel de sensaciones no tiene precisamente un sabor agradable: culpa, vergüenza, dolor, remordimiento, enojo, todos sentimientos negativos y difíciles de digerir por decir de alguna manera. El hecho de que un chico se drogue o alcoholice no es por nada. Hay mucha agua debajo de ese puente. Si ha llegado a tal circunstancia en su vida, es porque antes han pasado muchas cosas, tal vez desamor, falta de atención, abandono, etc. No se llega a esa instancia sin una carga muy pesada en la mochila de la vida. Esa carga nos compete como padres y mucho. Somos responsables de lo que está ocurriendo. Como con cualquier problema, el principio de su solución es darse cuenta que existe, no negarlo y luego aceptarlo. Allí empieza realmente el camino hacia la solución. No es fácil aceptarlo, pero no es difícil darse cuenta. Si realmente prestamos atención a nuestros hijos, estamos al tanto de sus actividades, conocemos a sus amigos, los lugares que frecuentan, seguramente no tendremos sorpresas. Si, en el camino de acompañar a nuestros hijos adolescentes o jóvenes vemos algo que nos perturba o nos preocupa, debemos intervenir, averiguar. No digo perseguir, pero sí estar alertas, eso también es amor. ¿Qué ocurre cuando el problema ya está instalado? ¿Cómo hacemos para salir de él, para sacar a nuestro hijo del flagelo de la droga o el alcohol? Ya dijimos que lo primero es aceptar que el problema existe, que hay que hacer algo para solucionarlo. Es fundamental trabajar en familia para que este problema (o cualquier otro) se pueda superar. Afortunadamente no estamos solos. Hay muchas instituciones especializadas que nos pueden ayudar. Hay cosas que no se pueden hacer solos, para las que realmente hace falta solicitar la ayuda de gente especializada en la materia.

¿Cómo abordamos el problema? Un proceso de rehabilitación por consumo de drogas, comienza siempre a partir de una consulta, de un pedido de ayuda. Esta puede ser impulsada directamente por la persona afectada o a través de un familiar o amigo. Esta iniciativa resulta el primer gran paso, ya que representa el primer eslabón en la cadena de acciones tendientes a posibilitar y facilitar el inicio de un tratamiento de rehabilitación de la persona afectada por esta problemática.

Los familiares y amigos de personas consumidoras de drogas se encuentran frente a un problema para el cual, muchas veces, no encuentran respuesta. Estas personas necesitan ser acompañadas, orientadas, contenidas, informadas y derivadas al tratamiento que corresponda. La metodología grupal ofrece gran riqueza operativa: • Confrontación de la visión particular de los conflictos, modos de funcionamiento familiar, miedos, valores y prejuicios puestos en juego en la situación. • Aparición de modos alternativos de visualizar, entender y actuar ante el problema. • Alivio frente a la culpa y la vergüenza que genera en los padres la percepción del consumo de sus hijos.

Debemos saber que lo más importante es el apoyo familiar, la ayuda dentro de las cuatro paredes de casa. Si para cada paso que nuestros hijos dan, es importante que estemos allí, cuánto más si se trata de ayudarlos a salir de algo que les está haciendo tanto daño. Cuando ocurren estas cosas, la culpa ocupa un lugar muy importante y más allá de ponernos a pensar en qué responsabilidad tenemos, debemos correr la culpa de lugar y darle espacio a la comprensión, la escucha y contención. Sin ellos, será muy difícil el camino de salida. La rehabilitación de una persona con adicción involucra a todo el entorno. No se ha llegado solo a esa instancia y solo es difícil salir. Nuestros hijos nos necesitan siempre, tengan la edad que tengan, estén felices o tristes, sanos o enfermos y allí debemos estar. No hay mal que no cure el amor. El camino de la recuperación de una persona adicta, no es fácil, pero si se transita de la mano de quien nos ama, sin duda será más llevadero y llegaremos a mejor puerto. Si esto le está pasando a nuestro hijo, también nos pasa a nosotros. Es fundamental la presencia de los padres y con ella su comprensión y apoyo. Si pedimos ayuda a los profesionales indicados y a ello le sumamos nuestra ayuda amorosa, será sin duda como extender nuestra mano para sacar a quienes más amamos de una situación por demás difícil. Intentemos prevenir primero, estar atentos, no dejar que el problema se instale; pero si ya lo ha hecho no lo neguemos y pongamos todo nuestro amor en sacar de las sombras a quien amamos y devolverle la luz, la paz y la salud.

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