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"Bendiceme, madre y ruega por mí sin cesar, aleja de mi hoy y siempre el pecado. Si tropiezo tiende tu mano hacia mi. Si cien veces caigo, cien veces levántame. Si yo te olvido, tú no te olvides de mi. Si me dejas madre, ¿Qué será de mi y de mi familia? en los peligros del mundo asísteme. Quiero vivir y morir bajo tu manto. Quiero llevarte como un pilar dentro de mi ser. Quiero que mi vida te haga sonreír. Mirame con compasión, no me dejes madre mía, tu bendición me acompaña hoy y siempre". ¡Amen!.

"Los cuentos de Hoffmann. Monserrat Caballe, CLASICOS POPULARES".





"LUZ PARA EL CAMINO"

Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.

La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.

En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.

Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:

- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde:

- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...

- No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

¡Qué hermoso sería sí todos ilumináramos los caminos de los demás!

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