Una mujer muy pobre pudo enviar a su hijo a la Universidad.
Cuando estaba por graduarse, el muchacho le escribió una carta a la madre pidiéndole que asistiera a la ceremonia.
Pero ella le dijo que no podía ir porque tenía un solo vestido, bastante viejo.
El hijo le aseguró que lo del vestido viejo no le importaba.
Lo que quería era que estuviese ella.
Por fin, la señora hizo el viaje. El día de la entrega de diplomas, el joven entró al salón de actos con su madre, y le buscó uno de los mejores asientos.
Mucho se sorprendió la anciana cuando supo que el hijo era el mejor alumno de la promoción; y cuando el muchacho recibió el premio, descendió del escenario y delante de todo el público
reunido, besó a su madre y le dijo:
¡Toma, mamá! este premio es tuyo. Si no hubiese sido por ti, jamás lo hubiera sacado.
Gracias a Dios por los jóvenes de esta clase .
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"Bendiceme, madre y ruega por mí sin cesar, aleja de mi hoy y siempre el pecado. Si tropiezo tiende tu mano hacia mi. Si cien veces caigo, cien veces levántame. Si yo te olvido, tú no te olvides de mi. Si me dejas madre, ¿Qué será de mi y de mi familia? en los peligros del mundo asísteme. Quiero vivir y morir bajo tu manto. Quiero llevarte como un pilar dentro de mi ser. Quiero que mi vida te haga sonreír. Mirame con compasión, no me dejes madre mía, tu bendición me acompaña hoy y siempre". ¡Amen!.
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